Guatemala está apostando por las renovables para reducir costos energéticos y atraer inversiones.
Uno de los factores que más impacta la competitividad de las empresas exportadoras es el costo de la energía. Según recientes publicaciones, Guatemala enfrenta precios energéticos que, si bien son menores a los de muchos países vecinos, aún representan un desafío para sectores productivos intensivos en consumo eléctrico.
La buena noticia es que hay señales claras de transformación. Actualmente, más del 60% de la matriz energética nacional proviene de fuentes renovables como hidroeléctrica, solar y biomasa. Esta proporción sitúa a Guatemala como un referente en Centroamérica y abre una ventana de oportunidad para atraer inversión extranjera interesada en cadenas de suministro sostenibles.
A la par, distintas iniciativas del Ministerio de Energía y Minas, junto con el INDE y actores privados, están impulsando nuevas inversiones en parques solares, plantas de generación de energía a partir de residuos agrícolas, y proyectos de eficiencia energética en zonas industriales. Estas acciones, si se escalan, pueden contribuir a estabilizar los precios en el mediano plazo y ofrecer condiciones más favorables para la manufactura y el comercio exterior.
Como profesional de comercio internacional y aduanas, entiendo que los costos de producción inciden directamente en el precio final de los productos exportados. Por eso celebro las acciones que están dando resultados, y propongo fortalecer el vínculo entre sectores exportadores y las instituciones energéticas para diseñar soluciones adaptadas a las necesidades específicas de cada industria.
Además, las energías renovables no solo benefician en costos: también mejoran la imagen país ante mercados exigentes en sostenibilidad. Hoy, el consumidor global valora productos con bajo impacto ambiental, y contar con una matriz energética limpia es una ventaja que debemos aprovechar.
Guatemala está en camino de consolidar un modelo energético más verde, más técnico y más competitivo. Apoyar esta transición desde nuestras trincheras, promoviendo el diálogo y la inversión, es también una forma de construir el futuro exportador que todos soñamos.