jueves, julio 31, 2025

Reducción del desperdicio alimentario: Una perspectiva mundial y el papel de Guatemala

¿Sabía que, en el año 2022, el 60% de todos los alimentos que terminaron en los contenedores de basura, a nivel mundial, provinieron de los hogares? Seguido de los desechos que generaron los servicios de alimentación con 28% y ventas al por menor con 12%, totalizando así 1,052 millones de toneladas, de acuerdo con el Índice de desperdicio de alimentos 2024 del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente – PNUMA por su acrónimo en inglés. En lo concerniente a América Latina, el país con mayor desperdicio de alimentos en hogares corresponde a República Dominicana 160 kg per cápita durante el 2022.

Bolsas de basura por desperdicio alimentario.

Lo anterior demuestra que el desperdicio alimentario es un asunto global que impacta a todas las regiones del mundo y representa no solo una pérdida económica significativa, sino también un reto ambiental y ético, en medio de un contexto en el que millones de personas padecen hambre y malnutrición. Según datos presentados por Naciones Unidas – ONU, se calcula en el 2023, casi 282 millones de personas, en todo el mundo, sufrieron de inseguridad alimentaria moderada o grave.

Al comprender las cifras, ¿cuáles podrían ser las causas y las consecuencias del desperdicio alimentario a nivel global? El desperdicio alimentario acontece en todas las etapas de la cadena de suministro, que va desde la producción agrícola hasta el consumo final. Esto lo demuestra la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura – FAO al aducir que un 14% de los alimentos, con un valor aproximado de US$400,000 millones, se desperdicia entre las fases de cosecha y la de distribución, mientras que otro 17% sucede en la distribución y entre los consumidores finales.

De las principales causas de este fenómeno se encuentran las prácticas agrícolas poco eficientes, la insuficiente infraestructura adecuada para el almacenamiento y transporte, los estándares de calidad demasiado estrictos, los hábitos de consumo no planificados y la gestión inadecuada de los excedentes alimentarios.

Dentro de las consecuencias del desperdicio alimentario comprende aspectos económicos, sociales y ambientales. En términos económicos, el valor de los alimentos desperdiciados asciende a aprox. US$585,000 millones anualmente, lo que representa una pérdida tanto para los productores como para los consumidores. Desde el punto de vista social, esto contribuye a la escasez de alimentos y al aumento de los precios, lo que afecta a las comunidades más vulnerables.

Además, el proceso de producción alimentaria conlleva la utilización de recursos naturales, como agua y tierra, cuyo desperdicio genera impacto negativo en el medio ambiente, incluida la contribución de un 10% de todas las emisiones de gases de efecto invernadero que llevan al cambio climático.

Ante la magnitud de la problemática, por ejemplo, América Latina y El Caribe en seguimiento al Plan de Seguridad Alimentaria, Nutrición y Erradicación del Hambre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños – CELAC 2025 y la meta global aprobada en la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible de la ONU, la región se componente a reducir a la mitad las pérdidas y el desperdicio alimentario per cápita no más allá del año 2025.

Por su parte, la Unión Europea, siempre encaminada al Objetivo de Desarrollo Sostenible asumió la responsabilidad de reducir a la mitad, de aquí al 2030, el desperdicio de alimentos per cápita. Esto último será gracias a iniciativas estratégicas como la Directiva Marco sobre Residuos, el Plan para la Economía Circular y la Estrategia “De la Granja a la Mesa” del Pacto Verde.

En medio de lo expuesto ¿cuál podría ser el potencial de Guatemala y las estrategias a considerarse para una mejor gestión de los productos agrícolas? Este, al ser un país rico en recursos naturales y con una gran diversidad de productos agrícolas, el desperdicio alimentario representa un desafío significativo, así como también una oportunidad para mejorar la eficiencia de la cadena de suministro alimentario y promover la seguridad alimentaria. Para abordar esta situación de manera efectiva, es necesario adoptar un enfoque integral que involucre a todos los actores relevantes, desde los agricultores hasta los consumidores finales.

Una de las estrategias clave para reducir el desperdicio alimentario en el país podría ser mejorar la infraestructura de almacenamiento y transporte, especialmente en las zonas rurales donde se concentra la producción agrícola. Esto incluye la construcción de infraestructura vial adecuada, así como la implementación de sistemas de transporte eficientes y seguros que permitan a los agricultores desplazar a los mercados sus productos de manera oportuna y sin privaciones. En Países Bajos surgió el proyecto ‘IOT4AGRI el cual permite monitorear la calidad de los productos perecederos durante el transporte y la manera de evitar el desperdicio.

Además, es fundamental sensibilizar a los consumidores sobre la importancia de reducir el desperdicio alimentario y proporcionarles herramientas y recursos para aprovechar al máximo los alimentos que compran. Esto puede incluir la promoción de prácticas de compra planificada, así como implementación de campañas de educación alimentaria, tanto en la ciudad como también en el interior del país. Fomentar la innovación puede ser una estrategia favorecedora.  Recientemente, en Colombia, investigadores crearon un proceso llamado “Tecniban”, cuyo objetivo es aprovechar el sobrante de bananos y, a partir de esto, producir harina extruida, enriquecida con vitaminas A y D.

Otro aspecto importante es el fortalecimiento de las asociaciones entre los productores agrícolas y las organizaciones benéficas o de ayuda alimentaria, con el fin de canalizar los excedentes de alimentos hacia las personas que más los necesitan.  Por ejemplo, el gobierno de Dinamarca, con su afán por luchar contra el desperdicio alimentario, creó la iniciativa Denmark Without Waste II (Dinamarca sin residuos), en la cual se estipula la colaboración entre asociaciones que distribuyen alimentos y compañías. Gracias a iniciativas como estas, dicho país europeo ha logrado reducir hasta un 25% el desperdicio de alimentos.

En conclusión, Guatemala, al adoptar estrategias innovadoras y colaborativas como las implementadas en distintos mercados, se encuentra en la capacidad no solo reducir el desperdicio alimentario, sino también contribuir, en parte, a la mitigación del cambio climático. Con un enfoque centrado en la eficiencia y la sostenibilidad, nuestro país puede aprovechar al máximo su potencial agrícola y convertirse en un ejemplo para la región centroamericana y el mundo en la gestión responsable de los recursos alimentarios.

Redacción: María Inés Valle Balsells – Analista de Admisibilidades y Normas Técnicas Unidad de Inteligencia de Mercados AGEXPORT.

Twitter: @BalsellsInesM

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