jueves, marzo 28, 2024
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Máscaras del baile de los Moros, elemento innovador

Desde hace varias semanas he asistido a unas 5 reuniones donde empresas pequeñas, medianas y algunas grandes de laboratorios, industria creativa, productos hecho a mano, turismo sostenible y alimentos y bebidas se han reunido para ver cómo le hacen frente al mercado mundial, compitiendo con grandes empresas multinacionales.

Por ejemplo, las empresas de confitería, dulces, galletas, bebidas, frutas y vegetales en conserva y alimentos balanceados. Así como las de nances, jocotes, elotitos, loroco, chiles picantes, frutas, jugos de todo tipo, panes, galletas, frijolitos, aceites, han llegado a 60 países en el mundo, y exportaron más de 1,400 millones de dólares en el 2018 dando trabajo a 50 mil guatemaltecos.

A medida que escuchaba que compartían historias de innovación, penetración de mercados, estrategias y, que sin ningún empacho frente a los otros compartían éxitos y fracasos, no pude evitar hacer comparaciones y salte al ambiente político. Pensé, ¿qué puede hacerse para contagiar de ese espíritu y unir fuerzas a los actores políticos para trabajar juntos y sacar adelante el proyecto país? Al final de cuentas estos empresarios logran crecer en la exportación, trabajando juntos con alto nivel de motivación, confianza y fe en el resultado de su trabajo individual y de grupo.

Los vi revisar su estrategia conjunta para el 2019, cada capacitación a los colaboradores, innovaciones, ferias, misiones comerciales, visitas al exterior, eventos en Guatemala. Por supuesto también revisaron las 18 iniciativas de ley que hay en el Congreso con regulaciones, prohibiciones, multas, entidades nuevas y todas vinculadas a los alimentos sin ninguna coordinación y poco análisis técnico. Imagínese  la incertidumbre que produce 18 leyes en camino.

Me llamó poderosamente la atención una pequeña empresa que empezó hace un año y medio con 3 personas, hoy tiene 40 colaboradores, vende sus productos en 600 tiendas en Estados Unidos y proyectan llegar a 1800. Se paró frente a todo el grupo y contó toda su historia. Dos jóvenes,  Martin y Erick aficionados al chile picante, decidieron cambiar el mundo tradicional  de las salsas de chile. Acudieron a la billetera de la familia, sus contactos en un banco para algo de financiamiento y pensaron en el chiltepe y el chile de Cobán.

¿Como verse diferentes ante el mundo rojo del chile picante? Acordaron que lo harían al natural  sin colorantes con pedacitos de chile adentro. Se presentarían ante el mundo, mostrando la multiculturalidad de Guatemala, su idea siempre fue exportar. Vieron opciones de quetzales, pirámides, bandera, textiles. Finalmente llegaron a las máscaras del baile de la conquista que se practica en toda Latinoamérica. Escogieron  las que le daban personalidad a cada una de sus salsas. El jaguar, el mono, el canche español, el diablo para el más picante. Esa fue  la clave de su éxito con su marca KIB que significa guerrero. Con  ventas por Amazon  y uso de redes sociales, estos dos jóvenes están cambiando el chip al mundo de las salsas picantes. Matias nos dice, si se quiere cambiar algo, hay que ponerse la mochila y hablar con cada tienda, escuchar que quieren, regresar buscar ayuda con los que saben. Si quiere motivarse y sentirse orgulloso de compatriotas trabajadores, entre a Kibchiles.com.

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